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CHACO ARDE

por GONZALO QUINTANA,  director y dramaturgo

Lo que más me apasiona del teatro es la representación y las múltiples convenciones que lo definen. Me apasiona la ficción pura. Encuentro que la ficción convive con cada uno de nosotros todos los días. Cuando contamos una anécdota o el recuerdo de una película, o un sueño, estamos ficcionando. Estamos trayendo a la realidad un relato, que por no estar sucediendo en “tiempo real”, indefectiblemente, le atribuimos condimentos que no estaban o que se acrecientan o pierden su gracia a causa de mayores o menores dotes de quien los traiga. Pero, en definitiva, todo pasado que evocamos, para mí; es ficción. No, porque sea mentira, si no porque ya pasó, y al traerlo al presente no tenemos otra opción que ficcionalizar la experiencia. El teatro, tiene la ventaja de ser un arte en tiempo presente, en donde el relato, no es contado, es mostrado, para que podamos vivirlo “aquí y ahora”. Así y todo, estamos construyendo una ficción, porque el teatro es representación. La realidad más concreta del teatro, es que hay un grupo de actrices/actores, en un espacio determinado, con una escenografía, luces, mata fuegos, telones, etc; y un grupo de espectadores que acatan las convenciones, intentando concentrar su percepción en algunos de esos elementos. En estos y varios pensamientos propios, me detengo a menudo.


“Chaco arde” es nuestra posibilidad de manipular el relato, de jugar con las convenciones teatrales, con la ficción. No esconder el artificio. Son los recursos escénicos y actorales los que nos permiten saltearnos la linealidad del relato, eligiendo qué contar, qué mostrar, y cómo. El trabajo más fuerte está puesto sobre las actrices, que con una historia que comienza desde el final, desandan el camino y son las encargadas de conducir la obra. Hacemos foco en la voz, en los gestos y en la creación personal de cada una de ellas para la construcción de las escenas. “Chaco arde” es una experiencia de creación colectiva, escrita en función del material que proponían los cuerpos de las actrices. La oralidad y el manejo físico son los puntos donde nos apoyamos. Tampoco falta la música, elemento fundamental en la obra que interviene como una nueva voz que, a partir de su posibilidad sonora, sensible, maravillosa y transformadora, viene a completar el relato cuando las palabras ya no alcanzan.

“Chaco arde”, entonces, es una experiencia grupal, en donde investigamos las posibilidades del relato y la ficción. Son poderosas escenas, fragmentos de situaciones de una fuerza arrolladora, donde la actuación está en un primer plano.

                       

                                                                                                                                                                                                        Gonzalo Quintana.

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